Los niños con trastornos de la ansiedad acostumbran a experimentar un miedo intenso, preocupación o inquietud que pueden durar largos periodos de tiempo y pueden afectar significativamente sus vidas. Si no se trata el problema con la debida rapidez, estos trastornos pueden derivar en otros problemas, como el deterioro en sus relaciones con su grupo de iguales, problemas en el rendimiento académico, baja autoestima, abuso de alcohol y otras drogas en la adolescencia y pueden derivar también en trastornos de ansiedad en la edad adulta.

A partir de los 3 o 4 años los niños empiezan a relacionarse con su entorno más allá de su familia más cercana. Asisten al colegio, hacen amigos y empiezan a adquirir pequeñas responsabilidades y un cierto grado de autonomía. La situación ha cambiado, ya no están todo el día pegados a las faldas de la madre y algunas veces tienen que pasar sus “malos momentos” en soledad. Estas situaciones, aparentemente negativas, los ayudan a madurar y a crecer como personas, a pesar que no todos los niños lo llevan igual de bien. A estas edades los niños no han aprendido a exteriorizar sus sentimientos de manera concreta, y los padres tenemos que interpretar los síntomas para saber si alguna cosa se nos pasa por alto.


¿Cómo podemos saber si les sucede alguna cosa? Algunas Pistas.

  • Cualquier cambio en su conducta. Un niño que pasa de ser muy activo a pasivo o al revés, o que llora más de lo normal, que manifiesta miedos no justificados que antes no presentaba.
  • Síntomas psicosomáticos. Una diarrea continuada y sin causa, por ejemplo, quejas somáticas (dolores de barriga sin causa médica, por ejemplo).
  • Pérdida del hambre en un niño goloso o el contrario, un niño desganado que pase a tener mucha hambre.
  • Pesadillas.
  • Enuresis nocturna, es decir, que el niño se orine en la cama cuando de día mantiene un buen control de sus esfínteres.
  • Bajada en su rendimiento escolar. Al niño ansioso le cuesta concentrarse en las tareas escolares, hecho que repercute directamente en su rendimiento escolar.


¿Cuáles son las causas?

Podemos  buscar explicaciones en su entorno: una separación o pérdidas en la familia, cambios de colegio o de domicilio, una nueva canguro, el nacimiento de un nuevo hermano, etc. Son circunstancias que pueden afectar más o menos en función de su susceptibilidad y carácter.

Existen 3 pistas en las que nos podemos fijar para saber si debemos que preocuparnos por la situación:

  • La frecuencia: es normal, que sienta ansiedad en el momento en que se enfrenta a la “Amenaza” (como el momento de dejarle solo), pero no a lo largo del día.
  • La intensidad: traspasamos el límite cuando la angustia pasa del nivel fisiológico, de dolor de cabeza o de barriga, vómitos o dificultad para respirar, sin existir causas orgánicas.
  • El tiempo prolongado: los síntomas varían de un niño a otro, pero tenemos que prestar atención si duran varias semanas.

Es importante remarcar que cuando estos síntomas aparecen de forma aislada puede tratarse de una reacción natural a la que no debemos de darle mucha importancia. A pesar de eso, cuando se den tres o más síntomas juntos sí que deberíamos de intervenir y, si fuera preciso, deberíamos de acudir a un especialista para que nos diera su opinión.

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